• ​Entonces, mami, ¿Anita está malita?—preguntó Sofi.

• Sí cariño, y tengo que explicarte más cosas. Mira...

• ¿Y dónde le duele? —interrumpió, impaciente.

• Aquí. —señaló la parte derecha del abdomen.

• En la barriguita—dijo inocente la pequeña...

• Sí Sofi, en la barriguita. Y como te decía, tendrá que quedarse en el hospital una temporada.

 

Los ojos de la niña se abrieron como platos.

​

• ¿Solita?

• No amor, con más niños y médicos muy simpáticos, también hay una chica payaso que irá a visitarla para hacerla reír...

• ¿Y canta canciones?

• Muchas canciones. —una enorme sonrisa dibujo la cara de mamá, mientras se mordía el alma por dentro, para mantener la compostura.— Además, vamos a estar allí todo el rato. Porque ella es tu mejor amiga, ¿a que sí?

• ¡Es mi mejor amiga del mundo, y nos queremos mucho!— dijo entusiasmada, y al momento volvió a preguntar:— Pero se va a curar. ¿A que sí, mami?

• Sí cariño, se va a curar. Pero también se le va a caer el pelito.

Sofi frunció el ceño, asimilando esto último.

​

• ¿El pelito? ¿Y se va quedar como el yayo? ¿Para siempre?

Aquí la Sra. García no pudo reprimir una leve risa.

​

• Se va quedar como el yayo, pero sólo un tiempo, luego mamá lo arreglará y la pondrá bonita. Igual que os pongo cada semana y os peino con trenzas. Y ahora, a dormir, que ya es tarde. Papá vendrá ahora a darte las buenas noches.

• Y un cuento—afirmó tajante, pareciendo olvidar todo lo hablado.

Cuando la madre salió del dormitorio, Sofi abrazó su muñeca de trapo. Su inseparable y mejor amiga. Le susurró, estrujándola:

​

• No llores, Trapitos, te vas a curar. No pasa nada... mamá me lo ha dicho.

​

Mientras, en el dormitorio matrimonial:

​

• ¿Cómo ha ido? — preguntó el padre.

• Bien, creo... Mañana habrá que decirle que ella tiene lo mismo que Anita Trapitos.